Este texto va dirigido a todos aquellos que alguna vez se han enamorado, a los que están enamorados del coaching y a los que aún no.

Pero qué raro se nos ha hecho siempre ese sentimiento, ¿verdad?

 Esas mariposillas por el estómago que provocan un cosquilleo singularmente placentero. Siempre nos han hecho pensar que ese sentimiento nos lo causan solo las personas pero la verdad es que no estoy muy de acuerdo con eso.

Ese cosquilleo te lo produce el amor y hasta ahí yo creo que estamos todos de acuerdo. Y sí, estoy enamorado de mi familia y de mis amigos, por lo que sí que las personas nos lo generan.

Pero y si te digo que también estoy enamorado de cosas intangibles, ¿que pensarías?

Estoy enamorado del fútbol, del periodismo, de la escritura y no puede faltar, del coaching. Siento ese cosquilleo por esas cosas que me hacen sentir bien, vivo.

Y en cuanto al coaching, sé de buena tinta que no soy el único que siente eso. Y ahora formulo una pregunta al aire, ¿alguna vez te habías parado a pensar en ello?

El problema está en que nunca nos han enseñado a identificar ni a gestionar nuestras emociones. Y como todo en la vida, lo que no conoces, asusta.

Cada fin de semana en el que practico coaching me doy cuenta de que el coaching enamora. Y lo que antes asustaba, ahora atrae.

A todo aquel que haya llegado a este texto, le animo a enamorarse de personas pero también, de experiencias. Nosotros, aquellos que hemos practicado el coaching y hemos sentido como cada sesión te ayudaba a encauzar tu vida, estamos enamorados del coaching y nos hace sentirnos realmente vivos.

Le animo a experimentar, a estar dispuesto a dejarse llevar porque, de enamorarle, se encargará el coaching.

Escrito por: Jorge González Bustillo

Estudiante de Periodismo de la Universidad Europea del Atlántico